domingo, 9 de enero de 2011

Hay cosas que no me explico.

Cuatro lineas de perplejidad. La que me ha producido la reacción ante la nueva ley antitabaco, o antifumadores.
Prohibe fumar en lugares públicos, incluso de propiedad privada. Algo previsible más o menos copiado de otros países.
Por encima de exageraciones dogmáticas y de imperfecciones de técnica legislativa habituales en el gobierno Zapatero la prohibición es razonable. También bastante hipócrita si recordamos la existencia de un monopolio del propio Estado.
Lo curioso es el cabreo general que ha producido. Critican la ley hasta muchos no fumadores, estos sobre todo en defensa de libertades individuales que el talibanismo antitabaco parece conculcar.
Pero esas protestas no han existido o han tenido menos volumen cuando se han puesto en cuestión derechos o libertades elementales.
No ha sido la salud pública sino la comodidad del fisco la que obliga a las entidades de crédito a comunicar todos los pagos de más de 3000 euros. En soporte informático.
No ha sido la salud pública sino la pura estupidez la que ha llevado a introducir la discriminación penal según el sexo del autor de idéntica conducta punible. Y a ratificar semejante barbaridad a todo un tribunal constitucional.
Iba a hablar de la legislación sobre blanqueo de capitales y estado policial pero esto ha quedado pelín largo.

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